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Escucha el segundo episodio de la nueva temporada del podcast de Mutaciones. En este capítulo revisatamos una historia que publicamos a inicios de año: ¿Es ChatGPT el futuro de la educación? Pueden encontrarlo en su plataforma de podcast favorita — y cualquier feedback que tengan es siempre sumamente bienvenido.
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Empire State Building, edificio icónico de New York, rodeado por una nube naranja. Fuente: cnn.com

Lo han llamado el “piroceno”, o algo así como si hubiéramos entrado en la etapa de la historia universal definida por el fuego. O más bien, por estar en llamas. Hace unas semanas vimos las imágenes de la ciudad de Nueva York envuelta por una nube naranja de polvo y ceniza que había sido llevada por el viento desde los incendios forestales más extensos jamás registrados en Canadá, y fue como si de pronto, o una vez más, cayéramos todos en consciencia de que la emergencia climática es real, urgente, y que requiere de toda nuestra atención.

Luego pasaron unos días más y nos olvidamos, como suele ser el caso.

Pero es que es obvio, ¿no? ¿Quién quiere pasar más tiempo del necesario contemplando su propia extinción? ¿Quién quiere dedicarse a pensar en todas las maneras en las que su estilo de vida está rápidamente consumiendo la capacidad de este planeta para sostener la vida inteligente? Nadie, pues. Ante la primera oportunidad que tengamos de mirar hacia el otro lado y pensar en otra cosa, vamos a hacerlo.

O peor aún: vamos a asumir que es el problema de otra persona. Vamos a asumir que alguien, en alguna parte, se está encargando de esto, y por lo tanto no tenemos por qué involucrarnos con el problema personalmente.

O peor aún: vamos a asumir que nosotros ya estamos cumpliendo con nuestra parte porque tenemos nuestra bolsa de plástico reciclado para ir al supermercado, porque separamos el vidrio y el plástico de nuestra basura, o alguna otra acción individual cuyo impacto es completamente erradicado por celebridades y multimillonarios paseándose por el mundo en aviones privados. La verdad de la milanesa es que tú o yo reciclemos nuestro plástico es irrelevante en un mundo en el que Kylie Jenner prefiere tomar un avión a tomar un taxi.

Pero entonces, ¿qué? ¿No hacemos nada? ¿Nos sentamos a esperar pacientemente la llegada de la extinción, de las guerras climáticas, o de lo que ocurra primero? El gran problema de la emergencia climática es que es un problema tan grande que puede fácilmente empujarnos hacia el nihilismo y la inacción, cuando la realidad es que hay demasiado trabajo por hacer. Y hay que hacerlo desde todos los frentes: el científico, el económico, el político, el cultural, y todos los demás. La emergencia climática es un verdadero desafío transversal que requiere de la contribución de todos y todas quienes pensemos que la supervivencia es preferible a la extinción — y si estás leyendo esto, me atrevo a asumir que tú también lo piensas.

Así que voy a hacer mi mejor esfuerzo — y créanme que me cuesta muchísimo — para mirar más allá de mi tendencia natural hacia el fatalismo para tratar de encontrar esas oportunidades para pensar el mundo de manera diferente en dominios donde podemos tener un impacto real e importante en los próximos meses/años. Porque el mensaje más importante de todo esto es que la transformación verde de toda nuestra economía es inevitable — y por eso es mejor pensarla como una gigantesca oportunidad que como una tragedia inescapable. La transformación verde es nuestra oportunidad para construir un futuro regenerativo e inclusivo, donde podamos crear mayor prosperidad para más personas.

Claro, si es que conseguimos pensar el mundo de manera diferente.

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