Es el 2023 y muchas organizaciones todavía quieren pensar que el trabajo remoto nunca pasó.

Hace unas semanas compartí en mi LinkedIn la historia de terror de una empresa que exigía a sus trabajadores tomar una foto de su escritorio al sentarse a trabajar cada día. Además, parte de su política de trabajo remoto incluía que en cualquier momento podían tocarles para hacerles una inspección aleatoria — para asegurarse de que estuvieran trabajando desde la dirección indicada en el horario indicado. Se trataba de uno de los casos más extremos de desconfianza que había escuchado de una empresa frente a su equipo, pero los comentarios se llenaron rápidamente de otras historias de terror similares:

“Me ofrecieron un trabajo en una empresa donde te pedían marcar las horas que trabajabas remoto, parte del acuerdo era instalar un software que tomaba screenshots, tomaba data de que de software que tenías abierto y medía la actividad en tu computadora. Si pasabas tiempo almorzando o en el baño ese tiempo se descontaba de tus 8 horas de trabajo "efectivas" por día.”
“En una empresa grande y de renombre, donde la política de trabajo es “híbrida” le pidieron al practicante ingresar a una videollamada donde él proyecte su pantalla (en su totalidad) para ver cómo “trabajaba” durante todo su día de trabajo.”
“[El día o los días] fuera de oficina o trabajo remoto todxs [debían colocar] el minuto a minuto de las tareas que habían realizado (junto a la evidencia de sus avances) en un spreadsheet para su revisión.”

¿Quién se inventa estas políticas y de qué manera les han hecho daño? ¿Necesitan un abrazo?

La realidad en el 2023 es que el mundo del trabajo ha cambiado radicalmente. Quizás no tanto como yo quisiera, pero ciertamente más de lo que muchas organizaciones quieren aceptar. La pandemia nos mostró que otras maneras de vivir eran posibles y ahora no queremos dejarlas ir tan fácilmente. Ni tendríamos por qué hacerlo tampoco.

Encima de eso, nuestras expectativas sobre la vida y el trabajo están cambiando enormemente por el impacto de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial, y por nuevas expectativas culturales producto del cambio generacional: a medida que la generación Z ingresa al mundo laboral, están llamando la atención sobre muchísimos patrones y conductas que las generaciones anteriores habíamos aceptado y normalizado como si fueran inevitables — pero que no estaban bien.

El trabajo está cambiando así como la manera en la que nos organizamos para crear valor está cambiando también. En muchísimos casos ya no tenemos que organizarnos necesariamente alrededor de la fábrica o de la oficina, alrededor de un horario específico o una ubicación particular. Productividad y creatividad se han convertido en dimensiones mucho más líquidas y fluidas — pero eso es difícil de asimilar para muchas personas, especialmente muchos y muchas líderes que ven en esa transformación una pérdida de control, autoridad, y poder.

Antes de intentar retroceder el tiempo a una época mítica en la que las oficinas eran el non plus ultra de nuestra capacidad productiva, hay que desempacar cómo se ve ese futuro posible del trabajo que está emergiendo — porque no se trata solamente de trabajo remoto, sino que son muchas cosas más que están pasando al mismo tiempo. En primer lugar, más que trabajo remoto deberíamos hablar de trabajo distribuido, un trabajo que puede suceder en una oficina, una casa, un café, o un restaurante de aeropuerto: los equipos tienen la capacidad para autoorganizarse de la manera que mejor les ayude a cumplir con sus objetivos.

En segundo lugar, tenemos que empezar a hablar del trabajo aumentado: de cómo tecnologías como las plataformas nocode y la inteligencia artificial van a cambiar la manera como producimos y creamos.

En tercer lugar, las culturas de trabajo del futuro estarán marcadas por límites mucho más claros y un equilibrio más sano entre el trabajo y la vida personal — especialmente para nuevas generaciones que ya no están tan dispuestas a permitir que el trabajo se convierte en el norte existencial de sus vidas.

Y en cuarto lugar, y combinando un poco de todo lo anterior, las culturas de trabajo del futuro van a poder ser mucho más diversas de lo que hemos conocido hasta ahora — existen las condiciones para facilitar una inclusión mucho más intencional y amplia cuando el trabajo ofrece mayor flexibilidad para adaptarse a diferentes necesidades y capacidades.

Hoy día quiero recorrer estas cuatro dimensiones del trabajo del futuro para que nos ayuden a pensar más allá de la oficina, más allá del horario laboral, y más allá de dos-días-a-la-semana-presencial. Porque tenemos muchísimo control sobre las decisiones que tomamos respecto a nuestra forma de trabajo, y tenemos una necesidad estratégica para diseñarla de manera mucho más intencional si queremos mantenernos competitivos en la carrera por atraer el mejor talento.

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