La gran reconfiguración del trabajo

Primero, un resumen: en este momento, las organizaciones están teniendo que adaptarse a (por lo menos) tres grandes olas de transformación profunda, estructural, y simultánea: por un lado, un número enorme de organizaciones tradicionales sigue empujando con sangre, sudor, y lágrimas procesos de transformación digital para convertirse en organizaciones más ágiles y adaptables. Ahora, en los últimos meses muchas de estas organizaciones están haciéndose también preguntas sobre cuál será el rol de la inteligencia artificial en su futuro y qué tienen que hacer para anticiparse a ese impacto. Y mientras todo esto ocurre, son cada vez más fuertes las presiones de parte de consumidores, inversionistas, y reguladores sobre cómo estamos adaptando nuestras cadenas de valor para responder a la emergencia climática. Para las personas que tienen a su cargo organizaciones en este momento, ninguna de estas preguntas es opcional. Las tres son complejas, las tres son confusas, y las tres son urgentes.

Respira. Todo va a estar bien.

Quizás lo más importante — y difícil — de aceptar es que el business-as-usual que nos trajo hasta aquí no es lo que nos va a permitir responder a estos enormes desafíos. Necesitamos organizaciones con nuevas capacidades para activar y gestionar procesos de transformación que no tienen un punto de llegada claro, apalancándose en la difusión de nuevas tecnologías y de nuevas capacidades creativas a través de todos sus niveles. Y todo eso es sumamente difícil, porque la mayoría de organizaciones están optimizadas para la eficiencia operativa y no para la adaptabilidad continua.

Y todo esto me lleva a pensar muchas cosas sobre el futuro del trabajo. Hemos explorado antes en Mutaciones cómo vemos que el futuro del trabajo será aumentado, distribuido, diverso, y con límites claros. Estamos actualmente viviendo el inicio de una gran reconfiguración de lo que el trabajo significa culturalmente, de lo que queremos que represente en nuestras vidas. La pandemia empujó a miles de personas — y me incluyo en esa lista — a reconsiderar la manera en la que querían vivir sus vidas y a qué prioridades querían dedicar su tiempo. Y lo hizo en un momento cuando de por sí estábamos metidos en el experimento espontáneo más grande que podríamos haber imaginado sobre el futuro del trabajo.

Todo esto está conectado: la gran reconfiguración del significado cultural del trabajo, la capacidad de las organizaciones para optimizarse para la adaptación continua, las grandes olas de transformación que están creando presión sobre las organizaciones para pensar distinto y desarrollar nuevas capacidades. Pero todo esto va a ser un proceso largo y por momentos difícil, donde no todo van a ser avances: van a haber experimentos, fracasos, retrocesos, cambios de dirección. Y como todo proceso evolutivo, va a haber también mucha resistencia.

Hoy día quiero enfocarme en esa resistencia. Porque en las últimas semanas ha habido una combinación de señales que muestran claramente cómo la evolución del trabajo va a ser un proceso difícil y lleno de conflicto. En las últimas semanas hemos visto organizaciones imponiendo un mandato de retorno a la oficina y perdiendo a la mitad de sus trabajadores; millonarios expresando abiertamente que es necesario un desempleo mucho más alto para que los trabajadores entiendan cuál es su lugar; y una huelga de actores y escritores producto de preocupaciones por la automatización y la inteligencia artificial que tiene detenida a buena parte de la industria global del entretenimiento.

El gran problema es el siguiente: todas estos conflictos se presentan como la oposición entre dos bandos, como si tuviéramos que tomar una decisión binaria, cuando la realidad tiene muchos más matices y posibilidades. Así que quiero desempacar estas tres historias tratando de llegar más allá del titular para ver eso que no estamos viendo, eso que es más complejo y más invisible pero al mismo tiempo más importante.

Respira. Todo va a estar bien.